De: Milka Hernández
Descubrir Espaillat a través de su gastronomía es sumergirse en una tradición de sabores que combina lo autóctono con la innovación. La jornada inicia con un desayuno que honra la cocina criolla: una selección de víveres—plátano, yuca, batata y guineo—acompañados de queso, huevos, res, cerdo o chuleta. Para quienes prefieren una opción más contemporánea, las nuevas cafeterías de la provincia han incorporado propuestas como waffles y croissants, sin dejar de lado lo clásico.
Entre los imperdibles está la icónica Cafetería de Miguelina, donde los sándwiches recién preparados se maridan con jugos naturales de frutas tropicales como zapote, piña, chinola y naranja, una explosión de frescura que refleja la riqueza agrícola de la región.
A la hora del almuerzo, la tradición se sirve en la mesa con platos emblemáticos como “La Bandera” (arroz, habichuelas y carne guisada), locrio de longaniza, moro, bollitos de yuca, mondongo, puerco asado, asopao y el infaltable mofongo, elaborado con plátano majado y acompañado de chicharrón o mariscos. Para un bocado rápido pero sustancioso, las empanadas, los tostones y el pica pollo se encuentran en cualquier rincón del municipio.
Cuando se trata de celebraciones y festividades, el menú se enriquece con recetas que han pasado de generación en generación: el Buche de Perico, un guiso intenso de vísceras y especias; el sancocho con sus múltiples carnes; el puerco asado de cuero crujiente; el rabo encendido, de sabor profundo y especiado; y el chivo picante, característico del Cibao.
Para cerrar la jornada con un toque dulce, los postres tradicionales hacen su entrada triunfal. El majarete, a base de maíz y coco, evoca la esencia de los hogares dominicanos, mientras que las habichuelas con dulce marcan la identidad culinaria del país, en especial en la época de Semana Santa. No faltan las frutas cristalizadas ni las cremosas delicias elaboradas con leche, perfectas para acompañar un buen café mocano.
Si la visita coincide con un domingo, hay un giro inesperado en la propuesta gastronómica de Espaillat. En Anllela Dabas Gourmet, la comida libanesa hace gala en pleno corazón del Cibao, ofreciendo a los comensales una experiencia que trasciende fronteras. Desde el tradicional kibbeh hasta el falafel, pasando por el tabbouleh fresco y el shawarma especiado, este rincón del Medio Oriente en Moca permite un deleite
sensorial donde cada plato es una sinfonía de aromas y especias que transporta a tierras lejanas sin salir de la provincia.
Pero el viaje gastronómico no estaría completo sin una parada en la costa. En Gaspar Hernández, justo donde el océano Atlántico florece, se encuentra el Bulevar del Pescado, un enclave donde el mar y la cocina se fusionan en un festín para los sentidos. En locales emblemáticos como los de Clariné Beach Bar & Restaurant, así como las paradas gastronómicas de Toribio y María, la pesca fresca del día se convierte en delicias que van desde el pescado frito servido con tostones hasta mariscos preparados con sazón local. Este es el lugar perfecto para pasar un día de playa con buena gastronomía, ya sea en solitario, con familia o en pareja, disfrutando de la brisa marina y el ritmo pausado de la costa norte.
En Espaillat, cada plato cuenta una historia y cada bocado es un viaje por su identidad cultural. Desde el amanecer hasta la noche, la gastronomía se convierte en el mejor anfitrión para quienes buscan descubrir la esencia de esta provincia a través de sus sabores.